Galgos, podencos o zorrillos
Riflexiones
Tengo una nietecita pequeña que cada mañana, cuando se levanta, viene a besarme y a comprometerse a portarse bien durante el día. Y este es el ejemplo más fehaciente de cómo Dios y el Diablo anidan en cada corazón. El beso infantil sabe a gloria, pero el compromiso de portarse, ni siquiera medianamente bien, queda cada día para las calendas griegas.
No hay forma humana de lograr que ese diablillo entre en razones, porque es como si el día que vive fuera el último.
Y cada noche la misma liturgía.
-Abuelito un beso.
- A ver deme un beso, pero de esos riquisimos que me da esta princesita mía.
Entonces me da unos de esos baboseos largos, restregados, y está vez quizás con más razón, creyendo que es la última caricia que le da a este viejo que la complace cada día y que ve en cada una de sus diabluras un motivo para reir.
Y entonces la pregunta infantil no falta.
-¿Abuelo cómo me porte hoy?
-Requetemal, le respondo intentando seriedad. Y ella se sonríe y responde también con su mímica risueña que al día siguIente se portará mejor.
Y en el aquello de que la bebita tiene un mundo por delante, el cual a mí me escasea, me complazco con pensar que ya llegará el día en que madure y adquiera el fundamento necesario para hacer de su vida algo útil, y donde no le faltará ejemplo de paciencia, esa que recibió del abuelo, para comprender el mundo, a veces irracional, que nos rodea.
Y si les traigo a colación esta anécdota personal no es para conmoverlos, porque supongo que millones de abuelos cada día pasarán por la misma experiencia, sino para recordar que el cubano, como pueblo, ha derrochado durante cinco décadas paciencia, amor, sinsabores, alegrías, en fín, todas las pasiones negativa y positivas que nuestra generación pudo experimentar, tal y como sucede con otro cualquier pueblo del planeta. No por gusto Martí nos legó esa idea de que Patria es humanidad.
Y a tono con esos nuevos bríos de la Iglesia Católica cubana es que surge esta reflexión personal, precisamente para establecer si los que corren son galgos, podencos o zorrillos.
Discutir, para el cubano, es algo tan natural como la luz del día, incluso no peco si afirmo, que es difícil encontrar una conversación entre cubanos donde la pasión esté ausente y mucho menos la jocosidad. No en vano hay quien afirma por ahí que el cubano se rie hasta de la muerte.
Y desde hace dos décadas el cubano discute, propone y se rie de su propia sociedad, pero ello no lo hace tonto, si quiere comprobarlo metanos el dedo en la boca. Hay que ser increiblemente ingenuo para aceptar que desde el exterior vengan cubanos a aconsejarnos que debamos arribar a una razón pura, de ese tipo de razones que no debe estar acompañada de los prejuicios y de la pasión. Una especie de razón insipida para lograr el reencuentro.
Y me hablan de reencuentro como si los que se hubieran ido del país hubieran sido los once millones de cubanos que nos hemos quedado aquí siempre, enfrentándolo todo, lo bueno y lo malo, lo hecho y lo por hacer y que nunca hemos dejado de estar bien encontrados.
Es como si el novio llegara a casa del padre de la novia a imponer una razón pura, desapasionada y desprejuiciada, que le permita hacer con la pretendiente lo que le venga en ganas. Si nos la hemos pasado durante cinco décadas sin el reencuentro, ¿Cuál es el apuro ahora?
Ahhhh. Rio revuelto ganancias de pescadores. Está por ver entre esos despotricados protagonistas del reencuentro, cuántos están por el socialismo en Cuba. A mí, por el aquello de nada más confiar en aquellos que tienen futuro, más que en aquellos a los que les conozco demasiado bien el pasado, entre ellos a nuestra ahora ponderada y preocupada Iglesia Católica y por la otra, esa emigración que por mil razones nos dejó en la estacada, pues cada día me reafirmo más en mis prejuicios y pasiones y la razón trato de encontrarla en mis congéneres de acá, sin que necesariamente tenga que ser tan pura como lo reclaman los de allá.
Alerto, esto nada más que es mi criterio personal, quiere decir de una persona. Y no deseo que algunos detractores vengan a colgarme el papelito de retrogrado que no está de acuerdo con el reencuentro familiar.
Quiero aclarar que estoy de acuerdo en que todos debemos hacer un exámen de conciencia. Muchos fuera son personas decentes, muchos dentro no tanto. Así que no tengo problemas de estrechar la mano de un emigrante y reconocer que a algunos los obligamos a marcharse. Aunque si tengo reticencias a conversar con un emigrado desde una posición de la derrota que no hemos tenido.
Sí, estoy de acuerdo con la reunificación y el regreso, pero al estilo del hijo pródigo: regresas, pero sin condiciones y ello me causará alegria infinita. Por el camino hasta podemos negociar como mejorar la casa, pero esas recetas que traes de los lugares donde estuvistes durante la ausencia del hogar, no son recetas criollas, como tampoco lo fue el socialismo estaliniano que se pudre hoy en nuestra sociedad. Dame futuro, no recetas del pasado, y al menos considera que el hueso se lo comieron los de adentro.
No es lo mismo estar enfrentrando a los terroristas en el territorio nacional que condenándolo desde otra parte del mundo, eso es solidaridad que no pasa por el riesgo personal. Luego, antes de proponer que aplaquemos nuestras pasiones, piensa quién respalda o garantiza esa teoría de que aquí no ha pasado nada ni pasará, que el enemigo se ha aletargado, que se ha cortado las garras y ahora se las manicura diariamente, que podemos abandonar nuestra mentalidad de soldados para permitirle al que emigró que venga a invertir su dinero en nuestra economía, cuando de lo que se trata es de socializarla y no privatizarla.
Quiero ver a esos protagonistas desfilando en Washington y otras ciudades de Estados Unidos oponiéndose al bloqueo contra Cuba, exigiendo que juzguen a los terroristas que se pasean sin temor por las calles norteamericanas, pero hacerlo de forma militante, como lo ha hecho nuestro pueblo durante 50 años. No solamente desde posiciones académicas, sino de forma pesonal y militante.
Esos académicos de la emigración que nos visitaron, que en nada se parecen a los nuestros de acá, por lo general son capaces de arribar a verdades incontrovertibles, en definitiva a eso se dedican, a hallar la verdad, pero pocos saben salir a buscarla y dominarla. Para ello no es necesario ser académicos, sino tener una buena dosis de olfato político y una herramienta que nos legó Marx que se llama marxismo, aparte de otras dotes, que a los de acá siempre les han sobrado: ética revolucionaria y compromiso social con su pueblo.
De entrada, el gobierno norteamericano debe haber insertado en ese conclave de la Iglesia sus amiguitos, vaya usted a saber quien es quien en ese conglomerado, de cualquier forma, coincido con muchas de las verdades que allí se dijeron, pero iremediablemente, a la hora de las recetas y de montarnos en ese ómnibus, es preferible seguir a pie. Caminar es bueno para la salud.
Todo está muy bonito, pero nada de lo que allí se discutió nos ayuda a solucionar los problemas que internamente los cubanos si podemos resolver. La crisis ecomómica que vive el país no se soluciona liberando presos, permitiendo a las Damas de Blancio hacer ejercicios los domingos en la Quinta Avenida, ni faciilitando la reunificación familiar. Todo eso está muy bonito, pero solucionando mañana mismo esos temas, el cuartico, como dice la canción, quedará igualito. Esos no son los problemas vitales de nuestra sociedad. Y además, soy de la opinión, de que todas esas cosas puede decidirlas nuestro estado sin consultarlas con nadie.
Por ello, todo lo que me distrae de lo fundamental de nuestra sociedad es para mi pan y circo. Es como el ron y la cuchufleta que aconsejaba un Capitan General español en el Siglo XIX para entretener y mantener pacíficos a los cubanos.
Aquí en el patio conocemos al pájaro por la cagada, pero en toda esa fauna que arribó al conclave de la Iglesia es muy dificil conocer quien corre como galgo, quien como podenco o quien solo es un simple zorrillo que quiere colarnos por el sotáno lo que destruimos hace cincuenta años.
Hay, para mi, más valores de cubanía en los jóvenes de la Calle G que no emigran y enfrentan a una sociedad que no los comprende, que aquellos que emigraron, por la razón que fuese, y quieren ahora un regreso y victoriosos. Y no es que el emigrado deje de ser cubano o confiable para mí. No, lo que sucede es que siento más confianza en aquel que estuvo junto a mi cuando Girón, en la Crisis de Octubre, ante cada amenaza de los yanquis de agredirnos y sepultarnos en el Caribe, siento más confianza en ese vecino que se ha comido junto a mi dos décadas de sacrificios por tratar de que no se hunda nuestra Revolución. Desde que el mundo es mundo es más confiable aquel que rie y llora junto a nosotros.
Entonces, queridos hermanos de la emigración, si quieren llegar a nosotros tengan en cuenta nuestros prejuicios y razones hallando la verdad, porque esos prejuicios y razones, válidos o no hoy en día, los adquirimos en la lucha diaria contra el imperio y contra las arbitrariedades de nuestro socialismo virtual, que nunca fue real.
De cualquier forma queda aún mucho por decir, pero de lo que no hay duda es que el pueblo cubano aún no ha tomado la palabra para hacerse escuchar.
Está por ver esa decisión estatal de la burocracia para permitir que los cubanos, esos que nunca han ido a parte alguna, que han defendido a capa y espada lo bueno y lo malo de esta Revolución, se reúnan para reflexionar y a discernir sobre el futuro de la patria. Ese es el único mediador confiable en este momento de indefiniciones para los que dirigen.
Además, no creo en promesas de que los emigrados se van a portar bien. Tengo muy cerca la experiencia de mi nietecita. Dios y el Diablo anidarán siempre en nuestros corazones, o como diría aquel film brasileño, en la tierra del sol.
Francotirador del Cauto
Julo 2 del 2010.
francotiradordelcauto@yahoo.es
http://francotiradordelcauto.blogia.com/
http//francotiradordelcauto.pookeo.net/
Tengo una nietecita pequeña que cada mañana, cuando se levanta, viene a besarme y a comprometerse a portarse bien durante el día. Y este es el ejemplo más fehaciente de cómo Dios y el Diablo anidan en cada corazón. El beso infantil sabe a gloria, pero el compromiso de portarse, ni siquiera medianamente bien, queda cada día para las calendas griegas.
No hay forma humana de lograr que ese diablillo entre en razones, porque es como si el día que vive fuera el último.
Y cada noche la misma liturgía.
-Abuelito un beso.
- A ver deme un beso, pero de esos riquisimos que me da esta princesita mía.
Entonces me da unos de esos baboseos largos, restregados, y está vez quizás con más razón, creyendo que es la última caricia que le da a este viejo que la complace cada día y que ve en cada una de sus diabluras un motivo para reir.
Y entonces la pregunta infantil no falta.
-¿Abuelo cómo me porte hoy?
-Requetemal, le respondo intentando seriedad. Y ella se sonríe y responde también con su mímica risueña que al día siguIente se portará mejor.
Y en el aquello de que la bebita tiene un mundo por delante, el cual a mí me escasea, me complazco con pensar que ya llegará el día en que madure y adquiera el fundamento necesario para hacer de su vida algo útil, y donde no le faltará ejemplo de paciencia, esa que recibió del abuelo, para comprender el mundo, a veces irracional, que nos rodea.
Y si les traigo a colación esta anécdota personal no es para conmoverlos, porque supongo que millones de abuelos cada día pasarán por la misma experiencia, sino para recordar que el cubano, como pueblo, ha derrochado durante cinco décadas paciencia, amor, sinsabores, alegrías, en fín, todas las pasiones negativa y positivas que nuestra generación pudo experimentar, tal y como sucede con otro cualquier pueblo del planeta. No por gusto Martí nos legó esa idea de que Patria es humanidad.
Y a tono con esos nuevos bríos de la Iglesia Católica cubana es que surge esta reflexión personal, precisamente para establecer si los que corren son galgos, podencos o zorrillos.
Discutir, para el cubano, es algo tan natural como la luz del día, incluso no peco si afirmo, que es difícil encontrar una conversación entre cubanos donde la pasión esté ausente y mucho menos la jocosidad. No en vano hay quien afirma por ahí que el cubano se rie hasta de la muerte.
Y desde hace dos décadas el cubano discute, propone y se rie de su propia sociedad, pero ello no lo hace tonto, si quiere comprobarlo metanos el dedo en la boca. Hay que ser increiblemente ingenuo para aceptar que desde el exterior vengan cubanos a aconsejarnos que debamos arribar a una razón pura, de ese tipo de razones que no debe estar acompañada de los prejuicios y de la pasión. Una especie de razón insipida para lograr el reencuentro.
Y me hablan de reencuentro como si los que se hubieran ido del país hubieran sido los once millones de cubanos que nos hemos quedado aquí siempre, enfrentándolo todo, lo bueno y lo malo, lo hecho y lo por hacer y que nunca hemos dejado de estar bien encontrados.
Es como si el novio llegara a casa del padre de la novia a imponer una razón pura, desapasionada y desprejuiciada, que le permita hacer con la pretendiente lo que le venga en ganas. Si nos la hemos pasado durante cinco décadas sin el reencuentro, ¿Cuál es el apuro ahora?
Ahhhh. Rio revuelto ganancias de pescadores. Está por ver entre esos despotricados protagonistas del reencuentro, cuántos están por el socialismo en Cuba. A mí, por el aquello de nada más confiar en aquellos que tienen futuro, más que en aquellos a los que les conozco demasiado bien el pasado, entre ellos a nuestra ahora ponderada y preocupada Iglesia Católica y por la otra, esa emigración que por mil razones nos dejó en la estacada, pues cada día me reafirmo más en mis prejuicios y pasiones y la razón trato de encontrarla en mis congéneres de acá, sin que necesariamente tenga que ser tan pura como lo reclaman los de allá.
Alerto, esto nada más que es mi criterio personal, quiere decir de una persona. Y no deseo que algunos detractores vengan a colgarme el papelito de retrogrado que no está de acuerdo con el reencuentro familiar.
Quiero aclarar que estoy de acuerdo en que todos debemos hacer un exámen de conciencia. Muchos fuera son personas decentes, muchos dentro no tanto. Así que no tengo problemas de estrechar la mano de un emigrante y reconocer que a algunos los obligamos a marcharse. Aunque si tengo reticencias a conversar con un emigrado desde una posición de la derrota que no hemos tenido.
Sí, estoy de acuerdo con la reunificación y el regreso, pero al estilo del hijo pródigo: regresas, pero sin condiciones y ello me causará alegria infinita. Por el camino hasta podemos negociar como mejorar la casa, pero esas recetas que traes de los lugares donde estuvistes durante la ausencia del hogar, no son recetas criollas, como tampoco lo fue el socialismo estaliniano que se pudre hoy en nuestra sociedad. Dame futuro, no recetas del pasado, y al menos considera que el hueso se lo comieron los de adentro.
No es lo mismo estar enfrentrando a los terroristas en el territorio nacional que condenándolo desde otra parte del mundo, eso es solidaridad que no pasa por el riesgo personal. Luego, antes de proponer que aplaquemos nuestras pasiones, piensa quién respalda o garantiza esa teoría de que aquí no ha pasado nada ni pasará, que el enemigo se ha aletargado, que se ha cortado las garras y ahora se las manicura diariamente, que podemos abandonar nuestra mentalidad de soldados para permitirle al que emigró que venga a invertir su dinero en nuestra economía, cuando de lo que se trata es de socializarla y no privatizarla.
Quiero ver a esos protagonistas desfilando en Washington y otras ciudades de Estados Unidos oponiéndose al bloqueo contra Cuba, exigiendo que juzguen a los terroristas que se pasean sin temor por las calles norteamericanas, pero hacerlo de forma militante, como lo ha hecho nuestro pueblo durante 50 años. No solamente desde posiciones académicas, sino de forma pesonal y militante.
Esos académicos de la emigración que nos visitaron, que en nada se parecen a los nuestros de acá, por lo general son capaces de arribar a verdades incontrovertibles, en definitiva a eso se dedican, a hallar la verdad, pero pocos saben salir a buscarla y dominarla. Para ello no es necesario ser académicos, sino tener una buena dosis de olfato político y una herramienta que nos legó Marx que se llama marxismo, aparte de otras dotes, que a los de acá siempre les han sobrado: ética revolucionaria y compromiso social con su pueblo.
De entrada, el gobierno norteamericano debe haber insertado en ese conclave de la Iglesia sus amiguitos, vaya usted a saber quien es quien en ese conglomerado, de cualquier forma, coincido con muchas de las verdades que allí se dijeron, pero iremediablemente, a la hora de las recetas y de montarnos en ese ómnibus, es preferible seguir a pie. Caminar es bueno para la salud.
Todo está muy bonito, pero nada de lo que allí se discutió nos ayuda a solucionar los problemas que internamente los cubanos si podemos resolver. La crisis ecomómica que vive el país no se soluciona liberando presos, permitiendo a las Damas de Blancio hacer ejercicios los domingos en la Quinta Avenida, ni faciilitando la reunificación familiar. Todo eso está muy bonito, pero solucionando mañana mismo esos temas, el cuartico, como dice la canción, quedará igualito. Esos no son los problemas vitales de nuestra sociedad. Y además, soy de la opinión, de que todas esas cosas puede decidirlas nuestro estado sin consultarlas con nadie.
Por ello, todo lo que me distrae de lo fundamental de nuestra sociedad es para mi pan y circo. Es como el ron y la cuchufleta que aconsejaba un Capitan General español en el Siglo XIX para entretener y mantener pacíficos a los cubanos.
Aquí en el patio conocemos al pájaro por la cagada, pero en toda esa fauna que arribó al conclave de la Iglesia es muy dificil conocer quien corre como galgo, quien como podenco o quien solo es un simple zorrillo que quiere colarnos por el sotáno lo que destruimos hace cincuenta años.
Hay, para mi, más valores de cubanía en los jóvenes de la Calle G que no emigran y enfrentan a una sociedad que no los comprende, que aquellos que emigraron, por la razón que fuese, y quieren ahora un regreso y victoriosos. Y no es que el emigrado deje de ser cubano o confiable para mí. No, lo que sucede es que siento más confianza en aquel que estuvo junto a mi cuando Girón, en la Crisis de Octubre, ante cada amenaza de los yanquis de agredirnos y sepultarnos en el Caribe, siento más confianza en ese vecino que se ha comido junto a mi dos décadas de sacrificios por tratar de que no se hunda nuestra Revolución. Desde que el mundo es mundo es más confiable aquel que rie y llora junto a nosotros.
Entonces, queridos hermanos de la emigración, si quieren llegar a nosotros tengan en cuenta nuestros prejuicios y razones hallando la verdad, porque esos prejuicios y razones, válidos o no hoy en día, los adquirimos en la lucha diaria contra el imperio y contra las arbitrariedades de nuestro socialismo virtual, que nunca fue real.
De cualquier forma queda aún mucho por decir, pero de lo que no hay duda es que el pueblo cubano aún no ha tomado la palabra para hacerse escuchar.
Está por ver esa decisión estatal de la burocracia para permitir que los cubanos, esos que nunca han ido a parte alguna, que han defendido a capa y espada lo bueno y lo malo de esta Revolución, se reúnan para reflexionar y a discernir sobre el futuro de la patria. Ese es el único mediador confiable en este momento de indefiniciones para los que dirigen.
Además, no creo en promesas de que los emigrados se van a portar bien. Tengo muy cerca la experiencia de mi nietecita. Dios y el Diablo anidarán siempre en nuestros corazones, o como diría aquel film brasileño, en la tierra del sol.
Francotirador del Cauto
Julo 2 del 2010.
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