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Cuba: Pasado y futuro

Riflexiones

“Toda verdad necesita ser conversada, humanizada, porque lo que  no es conversado no está al nivel del hombre”. Lezama Lima

Para afrontar el futuro de la sociedad cubana quizás sea necesaria una revisión de nuestra historia, porque si partimos de verdades a medias para construir  nuestro futuro, puede que regresemos de nuevo al pasado.

Siempre que iniciamos un análisis de los logros de la Revolución Cubana surge el exaltado que como bala de cañón  esgrime como verdaderos conquistas la eliminación del analfabetismo y los altos logros en educación, en la salud pública y el deporte, pasando por alto que tales resultados estuvieron financiados fuertemente por la Unión Soviética y no por el excedente económico de la producción cubana.

Al desaparecer el campo socialista se hizo evidente cuanto dependían de ellos mantener esas victorias, afectándose en el funesto periodo especial todos esos frentes victoriosos cubanos. Aún  más, recientemente se anunciaron más cortes del financiamiento en esas esferas.

Ahora, tras cinco décadas de lucha revolucionaria por la conquista del socialismo descubrimos una mañana de julio que los frijoles son un asunto de seguridad nacional y ello se convierte en la primera consigna política del Partido y el Estado. ¿Antes por qué no lo era?

Resulta ser que nuestro país importa el 80 por ciento de los alimentos que consume, mientras la mitad de las tierras en manos del estado estaban sin cultivar.

Esto se afirma sin cortapisas por la nueva dirigencia cubana, se refleja incluso en los medios de prensa, bastante ortodoxos desde siempre, pero por ninguna parte veo el análisis concienzudo del porqué sucedió tal anomalía, o de quién es la responsabilidad de tamaño fiasco.

Sin saberse quien o quienes son los responsables de esa aberración, el Estado y el Partido insisten una vez más en que el pueblo confié, pero ¿que confíe en quien, en qué?, ¿en los mismos mecanismos de dirección que no permitieron nunca realizar una economía  autosustentable? ¿Acaso por las venas de nuestra burocracia corre sangre azul, que no puede verterse no importan sus errores garrafales?

¿Quién y cómo me asegura que en alguna medida no se van a cometer otros errores similares en el futuro? ¿Quien garantiza que, y a pesar de ser expuesto por los trabajadores cuando se nos convocó a expresarnos, existirán mecanismos de control en manos del pueblo para poder exigirles cuentas a esos que se equivocan y no les pasa nada pues están por encima de la ley o son sustituidos y caen para “arriba”?     

Yo no he perdido las esperanzas de construir el socialismo, pero  por  ese que socializa y no por el que estatiza los medios de producción; por el que socializa estaría dispuesto a sacrificarme una vez más por alcanzar los ideales que nos trazamos el Primero de Enero de 1959.

Nuestro pueblo conoce que el estado cubano desarrolló y logró en el pasado grandiosos proyectos sociales y económicos, con la ayuda soviética,  para el disfrute de la población, pero no podemos olvidar que sin ese auxilio tales avances no hubieran podido hacerse realidad.

Ahora debemos lograrlo con nuestros propios esfuerzos y conquistar  un socialismo en condiciones adversas para nuestra población, pues no contamos con esa ayuda solidaria de años atrás. Se impone como una necesidad vital esforzarnos para salir de esta precariedad económica que padecemos desde que se inauguró el periodo especial.

 Pero las luces de bengala anuncian que lo que se propone nuestro Partido y Estado es reformar nuevamente lo que poseemos. Ya en la década del 80 se lanzó una campaña de rectificación de errores y tendencias negativas que no trajo ningún resultado positivo para nuestra economía. No acaban de comprender que el sistema estatista no funciona, ni aunque lo reformen diez veces más, ni aunque aceiten sus engranajes, incluso, ni aumentando la producción y la productividad por la sencilla razón de que los excedentes seguirían estando bajo control del estado y no de los trabajadores.

El sistema socialista estatizado  conlleva el derroche, la desorganización, el no aprovechamiento de las capacidades intelectuales, técnicas y productivas. Ya eso quedó probado en el ex campo socialista. ¿Es que  alguien cree que somos diferentes? ¿Es una formula para ganar o perder el tiempo? Como cuestionó un analista en estos medios: ¿es el viejo sistema bajo nuevos antifaces?

¿Es que lo que está sucediendo en nuestro país en estos momentos es solo un acomodamiento de una nueva elite burocrática que intenta con métodos populistas asentar una sociedad alternativa al socialismo, aunque diga conscientemente que no traicionara esa aspiración de la sociedad cubana?

¿Estaremos nosotros, como explican algunos analistas en el exterior, entregando el poder  a un nuevo grupo tecnocrático que  aspira a aterrizar suavemente en el capitalismo manteniendo sus controles políticos?

¿Quién me asegura que no es así?, ¿los mismos que han fracasado en lograr que la economía de nuestro país sea eficiente?

El Presidente cubano anunció nuevamente una ronda de consultas con la población, pero es que esta tiene que ser muy diferente a la anterior, que él mismo convocó hace dos años, y en las     que el cubano opinó pero sin saber el criterio del que estaba al lado.

El estado no puede nuevamente asumir la facultad de analizar los planteamientos a espaldas del pueblo para proponer las medidas que entienda necesarias, principalmente basándonos en que mucha de la burocracia que hoy nos representa es la responsable de fracasos anteriores. Los que nos dirigen  tiene que entender que el Estado tenemos que ser TODOS, pues  es la única manera que tenemos de resistir y evitar que sucumba nuestra formación económico social.  

Es la hora del recuento y de la marcha unida, dijo Martí una vez y lo repetimos hoy, pero para ello debemos acabar con el secretismo, hay que aplicar una democracia más amplia y real en el análisis de nuestros problemas. Se nos dice que la economía esta grave, pero nadie da detalles del malestar y de un estimado de 6, pasamos a un 1.7 por ciento de crecimiento este año y a lo peor ni llegamos ahí.

Hay que cambiar las concepciones sobre gobierno y economía, ir hacia el autogobierno de los trabajadores y el pueblo, abandonar los métodos de ordeno y mando verticalistas, para salir del estancamiento en que estamos.

En una ocasión Lezama Lima citó esa idea de Nietzsche relativa  a que “el que vuelve a los orígenes encontrara orígenes nuevos”, y                                                                                                                                                             el escritor cubano puntualizaba que “ahí está verdaderamente lo germinativo, lo que es creador”.

Lezama  Lima decía además que “toda verdad necesita ser conversada, humanizada, porque lo que  no es conversado no está al nivel del hombre”.  De manera que lo que no es compartido y consultado, no necesariamente es consensuado.

Volvamos a nuestros orígenes ideológicos y políticos, volvamos a Martí, a los ideales de la generación del centenario, conversemos unidos sobre el futuro y hallemos la vía para lograr ese socialismo  que siempre estuvo ausente de nuestra realidad.

Septiembre del 2009.

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