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Si usted está preso en Cuba no puede tener opiniones políticas.

Antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu propia casa.

Por el Francotirador del Cauto

Riflexiones

Cuando lleguemos a fin de año, época de discernimientos y recapitulaciones, los sucesos del Hospital Psiquiatrico de La Habana y la muerte en prisión del cubano Orlando Zapata Tamayo tendrán que ser recordados.

Sobre los hechos del Hospital Psiquiatrico poco se conoce, el sismo de Haití y su consecuente tragedia en pérdidas de vidas humanas fue fatalmente oportuno para silenciar las desgracias nuestras, al punto que Granma dedica una página diaria para darnos a conocer que hay tragedias más grandes; pero nadie se ha puesto a explicar que lo de Haití fue un desastre natural, imprevisible e indetenible; el nuestro no, fue consecuencia de la mala administración y la irresponsabilidad.

Por su parte, la desdichada muerte de Zapata ha sido pródiga en enseñanzas, y si tiene usted tiempo de leer las justificaciones oficiales, ya sea en el Granma o de los periodistas oficialistas en la red alternativa, verá que si usted es calificado de delincuente común no tiene derecho a tener ideas políticas, es como si cuando usted es detenido y enjuiciado le hacen una lobotomía con su consecuente trepanación de cráneo y a partir de entonces carece usted de ideología.

Lo que si es incuestionable, independiente del cariz de la condena, es que Zapata se suicidó por razones políticas. Desde el punto de vista humano, me importa un bledo a quien beneficie su muerte, y no me limito a lamentarla, hasta ahora ningún lamento ha revivido a muerto alguno, pero si la censuro, porque creo que oportunidades hubo de evitar ese triste suceso.

El hecho también pone en relieve una vez más el secretismo de nuestra vida cotidiana. Resulta que después de ocurrido el incidente es que nos venimos a enterar por nuestra prensa de algunos, no todos, pormenores del caso, incluida una grabación fílmica oculta de una entrevisa con la madre del fallecido.

Grabación que pone en evidencia que, en determinado momento,  las autoridades penitenciarias previeron una posible complicación o desenlace fatal de los acontecimientos, para ello era necesario una filmación de la madre agradeciendo los cuidados médicos dados a Zapata, pero la filmación no muestra cómo fue posible que el reo llegará a ese estado de deterioro en su salud.

Señores, este no era un caso de cáncer generalizado o de infarto agudo masivo, en que la medicina hace todo lo posible. La medicina en Cuba siempre hace todo lo posible para sanar al enfermo.

Aquí hay razones de índole humana, política, aquí se perfila la intransigencia de un estado sobre un indefenso recluso. Esto no es un caso médico, es indiscutiblemente un caso político, asi Zapata haya sido condenado por intentar robarse el Capitolio Nacional.

Aquí se pone de manifiesto ese mal de la intransigencia que ha caacterizado a nuestro proceso revolucionario amparados en el síndrome de fortaleza sitiada.

Como leí recientemente, en una negociación entre un poderoso y un desvalido, el fuerte no pierde cediendo, al contrario, ser intransigente lo convierte en un monstruo. Indiscutiblemente, que la muerte de Zapata en nada beneficia al gobierno cubano, ni lo exoneran cuantas felonías de ese tipo se cometan en otras partes del mundo.

Nuestros periodistas y todo aquel que tiene un criterio político o idelógico sobre estos hechos deben evitar meternos por los ojos lo que sucede en otras partes, obviando lo que sucede en Cuba, y aquí es válido ese adagio de que antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, demos tres vueltas por nuestra propia casa.

Es además cuestionable que una huelga de hambre, noticia de primera plana en cualquier parte del planeta, no lo sea en Cuba. El cubano no tiene derecho a conocer que sucede en las prisiones, solo tiene derecho a conocer lo que se publica en la prensa.

 

Los hechos además evidencian una vez más una gran deficiencia de nuestro sistema constitucional: ¿quien inspecciona o evalúa a los órganos de las Fuerzas Armadas y del Ministerio del Interior?

Esas instituciones son jueces y partes de sus acciones. Baste recordar las causas 1 y 2 del pasado siglo, donde se demostró que los militares delincuentes ejecutaron sus labores anticonstitucionales y delictivas sin que alguna institución del país se diera cuenta de ellas. ¿Qué papel juega nuestro parlamento, el sistema judiciaL en estos casos para prevenirlos? ¿Tendremos que seguir conociendo los hechos consumados y aceptar las justificaciones oficiales sin poder tener acceso a fuentes no involucradas en los hechos que se nos presentan? Y en algunos casos, como el del Psiquiatrico de La Habana, donde ni siquiera conocemos realmente lo ocurrido.

3 de marzo del 2010

 

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